, 22 Mar. 23 (ACI Prensa).- A poco más de un mes de la beatificación del primer obispo de Uruguay, Mons. Jacinto Vera, que se celebrará el 6 de mayo y que la Iglesia en esa nación espera desde hace tiempo, el P. Gabriel González Merlano reflexionó sobre un aspecto no tan popular del prelado. Al reconocer que “nos encontramos ante una figura de grandes dimensiones que excede lo eclesial”, el sacerdote mencionó algunos de los aspectos por los que es conocido. Entre ellos, enumeró su ímpetu evangelizador, su incansable anuncio de la Palabra y la administración de sacramentos “para que haya fe en nuestra patria”. También lo consideró modelo de caridad pastoral, y lo definió como “el gran forjador de la Iglesia”, con su obra de estructuración e institucionalización. Sin embargo, se centró en otro aspecto: la acción de Mons. Vera en la vida pública. En ese marco, señaló su relación con el gobierno “como defensor de la verdad y de la libertad”, que lo ubica “como un personaje central en la vida pública uruguaya de la segunda mitad del siglo XIX”. A lo largo de diferentes gobiernos, revoluciones y enfrentamientos, destacó el P. González, “su conducta respecto a las autoridades políticas siempre estuvo guiada por ciertos principios irrenunciables”. Entre ellos, mencionó: “El reconocimiento de la autoridad constituida, la colaboración en todo lo que condujera al mejoramiento social; el no participar de la política partidaria, pues podía ser causa de división; la cooperación activa con el bien común; el trato sacerdotal y humano con todos sin distinción, en la tarea de su ministerio”. Su accionar con honradez, su espíritu de colaboración, su libertad y rectitud de conciencia, afirmó el sacerdote, le valieron “el aprecio y la confianza”. “Siempre procuró ayudar a la paz y a la unidad de los orientales, incluso mediando en las contiendas entre las divisas”. Según consigna el P. González, Mons. Vera fue franco, directo y transparente. “La Iglesia debe mantenerse libre y el modo omo se conduce Jacinto Vera en los asuntos públicos así lo atestigua”, afirmó. En un marco de inestabilidad política y de profundos cambios ideológicos, con un proceso secularizador que se realizó “al margen de la Iglesia”, Mons. Vera, “infatigable evangelizador, modelo de caridad, constructor de nuestra Iglesia, se erige también como defensor de la verdad y de la libertad”. En ese entonces, la Iglesia se encontraba en una situación de “extrañeza jurídica”, con un Estado que era confesional pero “se iba alejando cada vez más del deber constitucional de proteger la fe católica”. Mons. Vera procuró la defensa de “mayor autonomía del gobierno eclesiástico para realizar sus propios nombramientos, resolver sus conflictos y realizar su obra evangelizadora”. Y ante los intentos indebidos del gobierno de intervenir en la vida religiosa, la postura de Don Jacinto fue la de intentar “liberar el gobierno eclesiástico de la constante intromisión de los poderes estatales”. Lo hizo “con paciencia, rectitud, orden y justicia, preocupándose por el bien de la Iglesia, sus derechos y la libertad para realizar su misión”. La beatificación de Mons. Jacinto Vera (1813-1881) será el 6 de mayo en el Estadio Centenario, de la ciudad de Montevideo, donde se montará un escenario para la presentación de actos artísticos, para la Eucaristía y el rito de beatificación. La convocatoria es a las 15:00 (hora local), y los festejos comenzarán con un espectáculo a cargo del Grupo Texas. A las 15:30 se prevé el rezo de una oración colectiva, y a las 16:00 comenzará la Misa. El milagro que llevará a Mons. Jacinto Vera a los altares es la curación, en 1936, de Carmen Artagaveytia, una joven de 14 años que padecía una infección luego de una cirugía de apendicitis. Tras encomendarse a la intercesión del obispo, experimentó una sanación “rápida y completa, científicamente inexplicable”. El caso se encontraba en estudio en el Vaticano desde 2017, y fue aprobado en diciembre de 2022.
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