Los obispos que conforman la CEA se congregaron este lunes 7 de noviembre en la casa de retiros “El Cenáculo”, de la ciudad bonaerense de Pilar, para participar de su 121° Asamblea Plenaria.
Al presidir la Misa de apertura de las sesiones, Mons. Oscar Vicente Ojea hizo referencia al Evangelio, que habla de la inevitabilidad del escándalo, que es “una piedra en el zapato”, y expuso la necesidad de no provocarlo para “no ser obstáculo”, y que los demás puedan seguir avanzando en la maduración humana y cristiana.
En esa línea de pensamiento, se centró en “la profunda división que vivimos como sociedad”, la que calificó como “motivo de escándalo” y causa de perplejidad. La pandemia, indicó el Prelado, “no nos ha dejado un mundo mejor, sino una nueva pandemia de graves desequilibrios y rupturas”.
Y ante un mundo colmado de desencuentros, consideró que el comienzo del proceso sinodal es un intento de la Iglesia por la construcción de la unidad, “para sanar las heridas de la violencia y de los enfrentamientos”.
Por otra parte, animó a los pastores a ser hospitalarios, incluso ante las críticas, para “albergar en nuestro corazón también las realidades que nos duelen en vez de rechazarlas”, porque la hospitalidad es una forma de comunión.
El Presidente de la CEA llamó luego a visualizar la Iglesia mediante la imagen del exilio: “Vivimos una situación análoga a la que el Pueblo de Dios vivió en Babilonia”.
“Ante el cambio de época, muchas veces nos quedamos atónitos y paralizados. Nos resulta difícil encontrar el camino, el modo de ser, y estar en la nueva situación como le sucedía al pueblo elegido en aquel país extranjero”.
Sin embargo, advirtió que “estar a la defensiva, cerrarnos y no escuchar, es lo que nos hace perder identidad”.
“Abrir y no cerrar es el camino de la identidad eclesial. Es lo propio de una Iglesia en salida que busca penetrar la nueva cultura con la frescura del Evangelio”, dijo.
Refiriéndose a la situación del país y cómo acompañar mejor al pueblo desde la pastoral de la Iglesia, consideró que “sin la fe es imposible mirar y entender bien la realidad”.
A continuación, llamó a los obispos a “ser garantes de lo que se espera”, y recordó que “la prueba de lo que no se ve es nuestra propia vida”.
Por eso, exhortó a una fe que se transmita con la presencia, “ya que nuestra cercanía es el principal instrumento evangelizador”.
“Frente a un panorama lleno de contradicciones, hemos sido testigos después de la pandemia de la enorme cantidad de fieles que han peregrinado a nuestros santuarios a lo largo del país”, señaló el Prelado, asegurando que “Dios nos habla a través de la fe de nuestro pueblo”.
“Quiera el Señor que podamos dejarnos interpelar por el eco de la voz de Dios que aquí resuena sacramentalmente”, rezó.
Finalmente, llamó a los obispos a una oración más intensa, una escucha más decidida de la realidad, junto con el discernimiento comunitario, por medio de un diálogo sincero, para “encontrar el camino en la oscuridad”.