Los pueblos nativos de la región oriental vivieron esa experiencia
Los pueblos que jalonan el Camino Franciscano en el Paraguay están diseminados en toda la geografía de la Región Oriental. Los sacerdotes de la Orden de San Francisco de Asís fueron protagonistas en la fundación de comunidades, enseñanza del catecismo cristiano y creadores de artistas y artesanos, en el marco modelador de una cultura que trascendió generaciones.
El camino franciscano representa el vínculo religioso, cultural e histórico que identifica afinidades e imprime marcadas peculiaridades a la forma de vida de los paraguayos.
El recorrido comienza cerca de Asunción con Capiatá, misión que proyectó su influencia sobre otras comunidades como Areguá, Itauguá y Pirayú. En la Cordillera de los Altos, la tarea franciscana tuvo su repercusión en Altos, Atyrá, Tobatí, Caacupe, Piribebuy y Valenzuela.
En la parte central de la región oriental la misión franciscana se extendió a Yataity, Villarrica, Itapé, Caazapá, San Juan Nepomuceno, Yuty y Artigas, aunque muchos otros pueblos se abrieron a la influencia franciscana.
Curuguaty, Lima, Tacuatí, San Pedro de Ycuamandyyu y Concepción asimilaron plenamente los principios predicados por los franciscanos y adoptaron formas de vida transmitidas a las generaciones posteriores.
Las comunidades de San Lázaro y San Carlos del Apa también vivieron la experiencia franciscana. Estos lejanos rincones de la geografía nacional crecieron bajo el influjo de aquella misión.
Como herencia cultural, los franciscanos dejaron a las comunidades la capacidad de desarrollar su propia música, sus cantos, sus bailes y su artesanía. Los trabajos en cuero, la talla en madera, los hilados y tejidos, la cerámica, instrumentos musicales y otras habilidades son parte de aquella presencia.
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